domingo, 29 de noviembre de 2009

Carta perdida a Aminetu Haidar en el aeropuerto de TEnerife


Aminetu Haidar:

Me duele tu país desde el momento en que una estúpida marcha se empeñó en dejarnos huérfanos de honradez definitivamente, como regalo final y vergonzante de un franquismo que ya se moría.

Ahora tiemblo de pensar que también entre las arenas del desierto de la indiferencia y la anulación crece la irrefrenable fuerza de la razón.

Tiemblo de verte por ahí rodeada de gestos desbordados de amable condescendencia, casi afectiva y real, que intentan apoyar tu grito descomunal de agonía del alma.

Tus ojos cristalizados me hunden un aguijón envenenado en lo más profundo. La historia se me acumula y se me viene a los ojos con una virulencia enemiga y despiadada.

Mucho más fácil paliar amortiguando los ecos de la culpa que solventar ajustadamente una cuestión que quema hasta en las mismas pupilas de los ojos que se niegan a mirarte.
Poco vale esta reflexión que nace de lo que me va quedando apenas de aquellos recuerdos tan verdes como llenos de ignominia.

No me queda ya voz de puro viejo, pero que sepas que más que soluciones mis palabras te ofrecen la vergüenza cómplice del silencio de los más de treinta años que os dejamos sin más a cielo raso.

Las palabras son solo palabras. No son acuerdos ni documentos, ni resoluciones formales de independencia. Mis palabras son más pobres que otras, apenas se oirán debajo de mi capa; pero amiga Aminetu, me duele tu huelga y tu dolor y el de tu patria. Eso es todo.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Verdades y mentiras

Siempre pensé que el adagio calderoniano solo era una aproximación bienintencionada: nada es verdad ni mentira; todo es, o puede ser, según el color del cristal con que se mira.

Ahora, desde la atalaya de la vida en que me encuentro, he comprobado que todo, hasta lo más extraño, lo más común, lo más científico o dogmático que pudiera imaginarse, es blanco o negro o gris en distintos tonos, según quién, cuándo, desde dónde o para qué se contemple, valore o analice. El penalty lo es (sin lugar a duda alguna) para el equipo que ha de lanzarlo y beneficiarse de la falta, pero será solo una carga sin trascendencia para el castigado.

el Parlamento, un juzgado, una clase, la comunidad de vecinos, una pandilla de amigos. En cada uno de esos colectivos hay decenas de circunstancias en las que para unos la verdad es una y otra y diferente para otros, e incluso una intermedia o distinta de las anteriores para los demás.
Una ley es adecuada o perversa según el punto de vista de quien la promulga, de quien la hace cumplir o de quien la padece por haberla contravenido.
Ahora todo parece apuntar a que tu vida es algo que no merece la pena; dentro de un momento cualquier cosa te podría empujar a pensar que tal vez no merezca la pena ser tan extremista, que siempre hay un motivo, a veces poco nítido pero palpable cuando se centra el foco sobre él, que nos dibuja un horizonte sobre el que proyectar la ilusión, el esfuerzo, la esperanza.
No se trata solamente de una actitud conformista o resignada ante el hecho indiscutible de que la vida es como es, no como nos gustaría que fuese. Se trata de una convicción asentada progresivamente, día a día, en esa zona indefinida del saber empírico, que un buen día sale a flote en el medio de la nada y se convierte en una luz cegadora y orientadora, en el faro erguido en esa noche sin retorno que es la vida, la vida de los hombres en general, a partir de un momento indefinido y cruel.
Ni voy subiendo, mi me dejo arrastrar cuesta abajo hacia la nada. Ni las ideas más acendradas como valiosas son inmutables. Todo es como queramos verlo y vale el valor que queramos darle.
Ayer una madre,enloquecida, clamaba contra un sentencia que le parecía escasa para el asesino de su hija. "¡Qué barato es asesinar a una niña de veinte años en España. Qué barato es!". y doce años son doce años, como veinte serían veinte: el joven homicida paseará en unos años tranquilo mientras la madre seguirá manteniendo vivo el rencor y la ausencia. Las cosas son como son.
Verdades y mentiras. mentiras o verdades. La vida en blanco y negro.

domingo, 15 de noviembre de 2009

por vía de excomunión



Monseñor:
Como no soy mujer, ni adolescente, ni católico sus palabras no me han producido ninguna sensación especial que no tenga que ver con el hecho de que, como ciudadano de a pie, sus palabras me empujen a inferir una voluntad expresa de influir en la actitud social de algunas personas ante la nueva Ley del aborto.

Tomando como base esa inferencia, quisiera decirle sencillamente que una ley sobre el aborto no obliga a nadie a practicar abortos. Permitir que una mujer aborte no es obligar a nadie a practicar un aborto. Condenar a alguien por los delitos que tal vez pudiera cometer, es una osadía que ni en el los más oscuros momentos de la historia han podido defenderse.

Habíamos conocido a una Iglesia capaz de condenar y quemar a alguien por delitos, no probados, de brujería o herejía; pero eso de condenar a alguien "por si acaso" es algo nuevo, monseñor, nuevo y reprobable.

La ley del aborto, esta o la anterior o la siguiente, no significa que aquellas personas que no quieran abortar en cualquier circunstancia, tengan que hacerlo; se trata de una ley que permite que una mujer que decida abortar pueda abortar en las mejores condiciones médicas y afectivas y sociales.

Afirmo abiertamente que el aborto me parece una solución evitable; la mejor medida para solucionar el problema sobrevenido ante un embarazo no deseado es procurar por todos los medios evitar ese embarazo, pero cuando finalmente el embarazo se produce deben ser los directamente implicados quienes tengan en su mano las opciones legales para actuar de la manera que consideren más adecuada, eficaz y segura.

Monseñor, sus percepciones morales son respetables, pero no son únicas. La doctrina de la que vida es un regalo divino no la comparten todos, es algo tan sencillo como eso. Hay personas que piensan que la vida es el producto azaroso de una reacción química.

Su voluntad de asegurar la prevalencia de sus ideas sobre otras diferentes distorsiona tanto el principio de actuación en el seno de una sociedad como la nuestra, que acaba por confundir un elemento de regulación social con una fuente de corrupción moral.

No se dirige usted a los católicos sin más, intenta confundir y acobardar para condicionar desde su posición de prevalencia el resultado de una votación en las cortes primero y en la sociedad después.

Monseñor, confunde usted su derecho a defender una idea con la amenaza; sus palabras son un arma cruel que apunta con inusitada violencia a la sien. Paradojas, monseñor, paradojas de la vida.
Espero que sus palabras no consigan imponer la amenaza cruel que rezuman. Definitivamente no se si es prudente ni justo condenar de antemano por aquellos delitos que pudieran cometerse mañana.