Siempre pensé que el adagio calderoniano solo era una aproximación bienintencionada: nada es verdad ni mentira; todo es, o puede ser, según el color del cristal con que se mira.
Ahora, desde la atalaya de la vida en que me encuentro, he comprobado que todo, hasta lo más extraño, lo más común, lo más científico o dogmático que pudiera imaginarse, es blanco o negro o gris en distintos tonos, según quién, cuándo, desde dónde o para qué se contemple, valore o analice. El penalty lo es (sin lugar a duda alguna) para el equipo que ha de lanzarlo y beneficiarse de la falta, pero será solo una carga sin trascendencia para el castigado.
el Parlamento, un juzgado, una clase, la comunidad de vecinos, una pandilla de amigos. En cada uno de esos colectivos hay decenas de circunstancias en las que para unos la verdad es una y otra y diferente para otros, e incluso una intermedia o distinta de las anteriores para los demás.
Una ley es adecuada o perversa según el punto de vista de quien la promulga, de quien la hace cumplir o de quien la padece por haberla contravenido.
Ahora todo parece apuntar a que tu vida es algo que no merece la pena; dentro de un momento cualquier cosa te podría empujar a pensar que tal vez no merezca la pena ser tan extremista, que siempre hay un motivo, a veces poco nítido pero palpable cuando se centra el foco sobre él, que nos dibuja un horizonte sobre el que proyectar la ilusión, el esfuerzo, la esperanza.
No se trata solamente de una actitud conformista o resignada ante el hecho indiscutible de que la vida es como es, no como nos gustaría que fuese. Se trata de una convicción asentada progresivamente, día a día, en esa zona indefinida del saber empírico, que un buen día sale a flote en el medio de la nada y se convierte en una luz cegadora y orientadora, en el faro erguido en esa noche sin retorno que es la vida, la vida de los hombres en general, a partir de un momento indefinido y cruel.
Ni voy subiendo, mi me dejo arrastrar cuesta abajo hacia la nada. Ni las ideas más acendradas como valiosas son inmutables. Todo es como queramos verlo y vale el valor que queramos darle.
Ayer una madre,enloquecida, clamaba contra un sentencia que le parecía escasa para el asesino de su hija. "¡Qué barato es asesinar a una niña de veinte años en España. Qué barato es!". y doce años son doce años, como veinte serían veinte: el joven homicida paseará en unos años tranquilo mientras la madre seguirá manteniendo vivo el rencor y la ausencia. Las cosas son como son.
Verdades y mentiras. mentiras o verdades. La vida en blanco y negro.
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