domingo, 15 de marzo de 2009

Barracones







El traje mágico nuevo del Emperador

No sé si es algo privativo de la Comunidad Valenciana o se trata de ua epidemia de ámbito nacional; me gustaría pensar que no. Pero decir que hay cientos, miles de ñinos y niñas que acuden día a día para trabajar en su "cole" a un conjunto más o menos aseadito de barracones prefabricados, resulta vergonzoso desde el punto de vista profesional y doloroso, muy doloroso, desde una perspectiva social.

No cabe pensar, no nos engañemos, que se trate de situaciones extraordinarias y provisionales, hijas indeseables del crecimientos desmesurados, o de la necesaria readaptación, no. Hay un colegio, aquí mismo, debajo de mi casa, que apendas hace cinco años que se ha inaugurado; es un hermoso colegio, funcional, de diseño abierto y lleno de luz, medido hasta en los más pequeños detalles, incluso dotado de un trinquete que nadie usa nunca, y que ya han tenido que "ampliar" con dos barracones y un patio de asfalto negro y rugoso para los más mayores del colegio. ¿Qué ha ocurrido? ¿Serán tal vez unos espacios porvisionales o dentro de diez o quince años seguirán acudiendo cada día a esos dos barracones medio centenar de niños y niñas del coelgio?

Si fuera una medida provisional... Pero la experiencia nos dice que esas "medidas provisionales", de pura urgencia, se alargan y expanden en el tiempo como epidemias de desgana y vergüenza, como una cruel herida en el centro medular de nuestras obligaciones sociales más ineludibles y significativas. No nos engañemos, los barracones son barracones siempre, las aulas son,m sencillamente, otra cosa. Habrá que ilustrar lo que queremos decir?


Señor Font de Mora, mientras sin saber muy bien por qué sigue ocupando esa responsabilidad que hace ya tiempo que no le corresponde y para la que no sirve, por qué no inventa alguna ocurrencia, alguna idea genial de esas que usted a veces tiene que permita que los miles niños y niñas que tienen que ir cada día a un barracón dispongan de una clase, de una clase como las demás, de un espacio digno, de una construcción razonable, incluso aunque no tenga trinquete, fíjese, pero que sea una colegio, colegio, y no un conglomerado de barracones, indignos por más que les adornen con marquesinas transparentes, ventanas con persianas de plástico y hasta macetas con flores. Hablamos, Señor conseller, de niños y niñas que, con sus maestros y maestras al frente, pasan cinco o seis horas diarias, es decir su jornada escolar completa, recuérdelo, señor Conseller, su jornada laboral completa, en un banrracón indecoroso y vergonzante, en el que nunca dejaría a sus hijos, pongamos por caso)
Dicen, repiten, que son ya decenas de miles los estudiantes de Primaria que acuden día a día a trabajar en barracones a los que han de llamar "cole", para vergüenza de usted y de su cuadrilla de ineptos consejeros. La indignidad de los gobernantes tiene muchas formas de manifestarse; esta de los barracones en las escuelas es una de las más crueles y denigrantes enun pasís desarrollado, que se sienta, dicen, entre los grandes del mundo.

Señor Conseller: me gustaría oírle decir en público cuántas unidades escolares están ahora mismo alojadas en barracones, cuánto tiempo llevan funcionando así y qué está haciendo usted y su administración para que se consiga disminuir en al menos un día la estancia de miles de niños y niñas en dichas circunstancias.
Pero eso debe ser menos importante que las clases de chino mandarín... o algo semejante.
¡Qué pena, Conseller, qué pena que nadie sea capaz de gritar en medio de tanto desconcierto que el Emperador va desnudo!