Querido Jefe/querida Jefa:
La forma más directa y simple de actuar sin comprometerse demasiado es acomodarse en la sombra de quien manda y servir de apoyo y fundamento de su voluntad, pero la eficacia de las segundas líneas está siempre en ralación directa con la libertad de actuación que se les concede.
Cuando dijiste por primera vez "esto es blanco porque es blanco" marcaste la delgada línea roja del esperpento y la caricatura, ante el subodinado que, discreto (o impertinente), acababa de asegurar que el verde ciruela de aquello era su marca esencial. Te equivocas cuando piensas que tus ideas son mejores por ser tuyas, porque puedes imponerlas o sugerirlas con taimada sutileza: el verde ciruela lo es por encima de toda la gama de los blancos.
La manifestación más cobarde del poder piramidal es saber que siempre puedes salvarte condenando a quien está por debajo de tí: antes o después te faltará el terreno y entonces no sabrás qué hacer con tus afiladas alas.
A veces la templanza es el mejor aliado para quien vence o domina, no te confíes en la fuerza de tu jefatura, es, como la belleza, la juventud o la vida misma, cuestión de horas, de días, de años.
Cuando aseguraste que "me castigarías" por los errores cometidos, una sensación extraña y fría me recorrió por entero: no era el miedo al castigo, sino la huella silenciosa del látigo del amo. Hay palabras que hieren no tanto por su significado sino por los aledaños de la connotación: Absuelvame padre, que he pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión. Solo los dioses saben de pecados y generosas absoluciones. Luego llega, eso sí, la penitencia.
Ten cuidado con los que adulan y silencian, quienes bordean la complacencia y se abonan al cohecho: o aspiran a sucederte o desean cobrarte en especias. No es más fiel quien oculta lo que piensa para darte la razón de los tontos mientras se ríe, incontinente, en tu ausencia o descuido.
Será antiguo, mas vigencia tiene lo que escribió hace siglos el gran Quevedo: "¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que siente?" . El mundo al fin, querido jefe, la vida al fin , querida jefa, no cambia tanto aunque pasen los siglos de los siglos. Déjame, pues, que concluya estas líneas sinceras con los versos aquellos que escribiera el poeta maltrecho y desterrado diciéndote fuertey claro y a la cara " no he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca, ya la frente, silencio avises o amences miedo"
Sin acritud alguna: tu humilde servidor.
La forma más directa y simple de actuar sin comprometerse demasiado es acomodarse en la sombra de quien manda y servir de apoyo y fundamento de su voluntad, pero la eficacia de las segundas líneas está siempre en ralación directa con la libertad de actuación que se les concede.
Cuando dijiste por primera vez "esto es blanco porque es blanco" marcaste la delgada línea roja del esperpento y la caricatura, ante el subodinado que, discreto (o impertinente), acababa de asegurar que el verde ciruela de aquello era su marca esencial. Te equivocas cuando piensas que tus ideas son mejores por ser tuyas, porque puedes imponerlas o sugerirlas con taimada sutileza: el verde ciruela lo es por encima de toda la gama de los blancos.
La manifestación más cobarde del poder piramidal es saber que siempre puedes salvarte condenando a quien está por debajo de tí: antes o después te faltará el terreno y entonces no sabrás qué hacer con tus afiladas alas.
A veces la templanza es el mejor aliado para quien vence o domina, no te confíes en la fuerza de tu jefatura, es, como la belleza, la juventud o la vida misma, cuestión de horas, de días, de años.
Cuando aseguraste que "me castigarías" por los errores cometidos, una sensación extraña y fría me recorrió por entero: no era el miedo al castigo, sino la huella silenciosa del látigo del amo. Hay palabras que hieren no tanto por su significado sino por los aledaños de la connotación: Absuelvame padre, que he pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión. Solo los dioses saben de pecados y generosas absoluciones. Luego llega, eso sí, la penitencia.
Ten cuidado con los que adulan y silencian, quienes bordean la complacencia y se abonan al cohecho: o aspiran a sucederte o desean cobrarte en especias. No es más fiel quien oculta lo que piensa para darte la razón de los tontos mientras se ríe, incontinente, en tu ausencia o descuido.
Será antiguo, mas vigencia tiene lo que escribió hace siglos el gran Quevedo: "¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que siente?" . El mundo al fin, querido jefe, la vida al fin , querida jefa, no cambia tanto aunque pasen los siglos de los siglos. Déjame, pues, que concluya estas líneas sinceras con los versos aquellos que escribiera el poeta maltrecho y desterrado diciéndote fuertey claro y a la cara " no he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca, ya la frente, silencio avises o amences miedo"
Sin acritud alguna: tu humilde servidor.
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