Educación o lo que sea
Es un pena que el alumnado no manifieste de manera inmediata los efectos perversos que producen los "errores" en su tratamiento educativo. Si se manifestasen estos efectos como los síntomas de una enfermedad, tendríamos los hospitales abarrotados de pacientes, víctimas de modelos educativos no solo ineficaces, sino gravemente patogénicos y cancerígenos, de consecuencias sociales imprevisibles.
Las manifestaciones de esta especie de pandemia educativa que nos amenaza en el medio y largo plazo son aun esporádicas, pero altamente significativas. Que una Ministra, joven y pizpireta, se permita el lujo de "echar la culpa" de su enfermiza ignoracia a los usos lingüísticos de Latinoamérica, y no pase nada, no solo manifiesta el descaro de la interfecta (perdón, todavía no hemos llegado a eso), que también, sino la estúpida ceguera de quien se cree a salvo de cualquier cosa por la relevancia del cargo que ocupa y no por la riqueza y firmeza de lo que tiene en su caletre, aunque sea poco. Cuestión esta que es la manifestación más pedestre y directa de la sintomatología de esa enfermedad de la que vengo hablando en estas líneas y que se conoce en el mundo civilizado como analfabetismo funcional.
El modelo educativo catalán, tan avanzado y chauvinista él, y su traslación mimética o casi al resto de las comunidades lingüísticas periféricas parece que, a estas alturas de la película, es un acto de irresponsabilidad política y social (por silencio aquiescente) ya irremediable que tendremos que ir tragando, pues vellis nollis, estos defensores hiperbólicos de la idiosincrasia lingüística y cultural, van vendiendo con éxito la especie de que la educación en la lengua vernácula es el mejor modelo para el afianzamiento cultural, lingüístico y comunicativo en varias lenguas a la vez. Porque al mismo tiempo, y este es el milagro de la modernidad democrática del siglo XXI, resulta ser que este modelo de enseñanza es, además, la garantía más segura del avance progresivo en el uso de la lengua nacional vernácula frente a la otra lengua, la castellana o española, aunque también por aquello de la ósmosis milagros o de los vasos comunicantes se aprende y consolida para su uso preciso, normativo, adecuado, coherente , enriquecido y/o cultural, según se mire.
Esto vende muy bien y es un buen pecio de intercambio político entre nacionalistas afirmadores y centralistas reblandecidos que de lunes a viernes se convierten en defensores a ultranza de un modelo educativo vernaculista, social, igualitario y democrático, entre otras cosas porque ni saben ni les importa demasiado lo que eso puede signficar.
La consecuencia de este esfuerzo social por la educación, ya va siendo evidente y podemos observarla de manera notoria en determinados informes internacionales (¿recuerdan? Pisa o Pirls, por ejemplo), pero también en otros índices, aunque nacionales no menos importantes, y en otras manifestaciones de cierta trascendencia social y hasta informativa. Señalaremos, también a modo de ejemplo, algunas manifestaciones de tan evidentes consecuencias: ilustres ejemplos del deporte/deportistas analfabetos -que hacen gala de no leer nunca, o de pasarse las horas jugando a las maquinitas o a las cartas, además de otros entretenimientos que también resultan atractivos como ejemplo y emulación cultural-, o los casos de ejemplificadora fama de los medios y las medias, de las series de éxito, de los debates y tertulias en vivo (radio y televisión) y por escrito, auténticos paradigmas de la argumentación y la contraargumentación fundamentada y que se levantan ante nuestros ojos como manifestaciones realistas de la preocupante idiocia que afecta a un sector cada vez más significativo de la sociedad actual.
Pero tal vez algo mucho graves es que, en el entramado formador en lenguas vernáculas en el que nos estamos empeñando, estos modelos acaban por convertirse en el paradigma por excelencia para nuestros escolares que no tardan en unir a estos ejemplos vivos de dialéctica comunicativa los que ellos mismos allegan en su espacios predilectos, con sus hermanos grandes, operaciones triunfos y serranos y escuelas por doquier, a más de sus preparados cantaores de todo estilo, tendencia y condición, de deportistas que nos saben lo que ganan y no solo porque sea mucho, sino por otras circunstancias relacionadas con su escasísima cualificación cultural de la que hacen gala en cada oportunidad que se les ofrece.
Así pues las cosas, en este caldo de cultivo, en esta abonada tierra de sementera, la política educativa de los gobiernos en general y de los periférifericos en particular, se ha empeñado en salvar las lenguas vernáculas nacionales poniendo puertas al campo de la lengua central y centralista. Y este evento lo han puesto en práctica desde la convicción de que empleando la lengua minorizada como lengua vehicular en las escuelas desde la más tierna infancia, se garantiza no solo que aprendan en esa lengua las cosas propias del saber en general, como las matemáticas, las ciencias sociales y naturales y otras cosillas de ese jaez, que se aprenden igual en una que en otra lengua, sino también y al mismo tiempo se asegura el mejor desarrollo de las habilidades lingüísticas en ambas lenguas oficiales y hasta de alguna de las lenguas modernas tan necesarias, ay, para el normal desenvolvimiento de los individuos en la vida social en el siglo XXI.
Es algo así como que dar las clases en euskera o en gallego o en catalán desde los tres años, sea cual sea la lengua madre del neohablante, resulta ser la panacea universal de los aprendizajes lingüísticos, comunicativos, culturales y científicos, el non plus ultra de los modernos sistemas de enseñanza / aprendizaje por inmersión de las destrezas comunicativas de los hablantes en cualqueir lengua y situación. Razón científica incuestionable de la que no se escapan, parece obvio, ni emigranes internacionales ni emigrantes nacionales y semejantes que, por su propio beneficio, deberán someterse a estas modalidades educativas de inmersión cuasi mística y efectos sobrenaturales de aprendizaje lingüístico.
La experiencia, que no es nueva del todo, viene dando ya frutos evidentes en nuestro entramado social, cultural y científico. De algunos ya hemos dado cuenta algo más arriba, pero sobretodo se vienen evidenciando estos frutos mollares en algo que en la Universidad es cada día más patente como fruto cultural y científico de este esfuerzo lingüistico colectivo. Y es que, efectivamente, el enorme esfuerzo, el generoso sacrificio de todos los estamentos sociales implicados, gobierno central, gobiernos autonómicos o nacionales, gobiernos municipales, asociaciones profesionales, asociaciones de padres y de madres, sindicatos sectoriales, y demás familia están consiguiendo, por fin, que nuestros alumnos, en general, sean anlafabetos funcionales en las dos lenguas oficiales y, ya de paso, en alguna más de las varias lenguas modernas que nos empeñamos en enseñar/aprenerles, como manifestación más evidente de modernidad y progreso educativo.
El viejo traje de este emperador, tejido con esa tela especial y milagrosa, está dejando en cueros vivos el cuerpo lingüiístico de nuestro alumnado. Las consecuencias del deterioro progresivo de las destrezas comunicativas de estas generaciones no se notarán inmediatamente, pero cuando queramos remediarlo tal vez sea demasiado tarde y ya no se podrá hacer nada por ellas. Y es que a alguien se le debería ocurrir decir a voz en grito que este nuestro emperador de metáfora va desnudo, porque en realidad el nuevo traje maravilloso de ese emperador de la cultura letrada y comunicativa es, sencillamente, la más brutal y burda desnudez en cualquiera de las lenguas oficiales.